Días que pasan deprisa, momentos
bonitos que recordar. Te lo dice alguien que ahora ve pasar los días muy
despacio, como si todo durase una eternidad, como si las manecillas de mi reloj
de cocina permaneciesen estáticas durante todo el desayuno. Cada vez que
levanto la mirada; las nueve y diez. Siempre la misma hora, sigo con mi
desayuno y al volver a mirar hacia arriba, ahí están, detenidas, inmóviles,
bloqueadas… En realidad no son tan distintas a mí en este momento.
Estoy igual que mi reloj de
cocina, exactamente igual. Me miras y aquí estoy, en mi sitio de siempre, igual
que ayer, igual que mañana. Sigo parado, sin avanzar. Esperando que alguien me
de cuerda, pero ahora todo va a pilas, ya nadie da cuerda a nada…
Por más que lo intento no logro
saber lo que tengo que hacer. Sera porque veo que nadie lo sabe, y que los
demás relojes simplemente se dedican a marcar la hora, sin preguntarse porque
lo hacen, sin plantearse hacerlo de otra manera. Todos al unísono, incesantes.
Parece que es lo correcto, parece que son útiles, que son lo que tienen que ser
y hacen lo que tienen que hacer.
Es más, cuando alguno deja de
hacer lo que se espera de él, deja de ser útil. No queremos relojes parados, ni
relojes que se adelanten solos o se atrasen. Queremos relojes que marquen la
hora correcta, porque hemos creado los relojes para que hagan eso.
Pero os diré algo. Solo hay una
razón por la que queremos eso. Solo una.
Tenemos miedo. Vivimos en el
mundo del miedo. Sabemos que tener un reloj diferente conlleva riesgos. Podemos
llegar tarde a los sitios, podemos perder el autobús por su culpa o nos puede
costar el trabajo. Hay que llegar a tiempo, hay que ser puntual y para eso
debemos usar un reloj en condiciones.
Yo sin embargo hago una reflexión
y digo “¡A la mierda los relojes comunes!”. A la mierda el llegar a tiempo a
todas partes, a la mierda ese autobús que hace todos los días la misma ruta y a
la mierda ese trabajo que encontraste con 16 años y lleva asfixiando tus sueños
y tus aspiraciones toda tu vida…
Cámbialo todo, date cuenta de que
solo algunas personas con relojes tan excepcionales como el tuyo habrán perdido
ese autobús y estarán caminando a tu lado. Entra a los sitios con esas pocas
personas que llegan tarde igual que tu, y busca un trabajo en el que lo que
importe no sea la hora a la que entras por la puerta, sino las horas que
pasaras trabajando de verdad, esforzándote y dándolo todo para conseguir tus
objetivos.
Y sobre todo recuerda una cosa
muy importante, es muy posible que llegues tarde a algunos sitios, y pronto a
otros. Nunca sabrás que hora marcan los relojes que funcionan “correctamente”,
pero al menos siempre tendrás clara una cosa; No estás donde estas porque lo
marque un reloj, estas donde estas porque lo marca "tu reloj".